“Pasamos mucho tiempo en las aulas, de marzo a diciembre. Nos conocemos, hacemos los trabajos y nos juntamos para estudiar. Pero, hay más. Esta Semana es para demostrar que somos equipo, y que el deporte y nuestra alegría son una forma, también, de agradar a Dios”. Con estas palabras y después de una oración, Valentina Brunner, presidenta del Consejo Estudiantil, daba inicio a la Semana Universitaria 2018.
La Semana Universitaria es una tradición. A fines de junio, los alumnos, profesores y trabajadores se ponen los chimpunes. “Yo juego ajedrez y fútbol”, “Apuntémonos en el ping pong”, “Yo no juego nada, pero canto”, “Este año nos vemos en la final”, se escuchaba en “La Pirámide” semanas atrás.
Mientras la universidad, ubicada en Pueblo Libre, se preparaba para su fiesta deportiva; a más de 14 000 km, en Rusia, los mejores equipos de fútbol del mundo disputaban la Copa. No se podía ser ajeno. Así que cada equipo adoptó el nombre de un país participante del Mundial.
Como todos los años, el Rector, Pbro. Carlos Rosell de Almeida, inauguró la Semana Universitaria. El primer gol que todos gritaron fue uno suyo de penal. A partir de ahí, cada alumno tomó su camiseta y no la soltó hasta conseguir otro punto, hasta pasar a la siguiente fase, hasta gritar otro gol.
La emoción de los cachimbos contrastaba con la serenidad de los alumnos de tercero y cuarto año. Pero la nostalgia ya se asomaba en los de quinto. ¡Vivían su última Semana Universitaria!
Todo concluyó con la visita Nuncio Apostólico, Mons. Nicola Girasoli; con un almuerzo de confraternidad y con la premiación. La copa de Fútbol la levantó el equipo de Australia (primer año de Filosofía).
La “Semana de la Facu”, como todos la conocen, seguirá siendo una tradición. Este año, su lema “Juntos hacia la Gloria” fue puesto por doble motivo: por ganar la competencia, y por supuesto, por seguir a un Cristo Glorioso. Seguro que las que vienen no perderán de vista estos objetivos, ni el espíritu de sana competencia; pero tampoco perderán seguidores ni deportistas.