[OPINIÓN] Rosa de Lima, Rosa del mundo

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Jessica Chirinos-Pacheco De Rivero
Directora de Estudiantes: Universidad Católica San José

El Papa Francisco, en su reciente visita a nuestro país, mencionó que el “Perú es una tierra “ensantada”. No le falta razón. Hemos sido bendecidos con grandes santos que han nacido o se han santificado en estas tierras. Una de ellas es Santa Rosa de Lima, la primera santade América, cuya solemnidad celebraremos el 30 de agosto. Isabel Flores de Oliva nació en la Ciudad de los Reyes, un 20 de abril de 1586 y falleció el 24 de agosto de 1617. El año pasado se celebró el Jubileo por los 400 años de su muerte.

Rosa de Lima, primera mujer en encarnar el ideal de la santidad en las tierras recién evangelizadas, nació y vivió en Lima, en un ambiente de florecimiento de la santidad del nuevo mundo, con figuras como Santo Toribio de Mogrovejo, san Francisco Solano, san Martín de Porres, san Juan Macías.

La devoción a esta santa peruana, Patrona del Perú, de América y de las Filipinas, se ha extendido por todo el mundo, no es raro encontrar alguna imagen de ella en las iglesias de las capitales del mundo. Las razones de la devoción a esta gran santa son variadas, una de ellas creo está en que es la primera santa nacida en el continente americano, continente de  la esperanza, como lo suelen llamar los Pontífices.

Santa Rosa de Lima fue una mística que se santificó desde el calor de su hogar. Una mujer laica que vistió el hábito de la tercera orden de los dominicos. De personalidad alegre, buscaba la intimidad con Dios en la soledad y en el servicio a los demás, sobre todo a los más necesitados. Mujer de oración continua, vivió la liturgia de la vida cotidiana: oración y acción hechas vida. Acostumbraba hacer vestidos espirituales a Jesús y a la Virgen María, bordados con oraciones, ayunos y disciplinas.

Ella decía “no debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús”. Su amor a Jesús, tan fino y generoso, la llevó a identificarse con el buen samaritano y hacer en su casa una enfermería para atender a los más necesitados. Su caridad no tenía límites y buscaba siempre la salvación y la santidad de los demás a través de su oración y mortificación.

Gran amor filial unía a Santa Rosa con la Virgen María, a quien consideraba una madre cercana y cariñosa. El santo rosario era una de sus oraciones preferidas. No era raro verla “continuamente con un rosario pequeñito de cuentas menudas en la mano”, decía su hermano Hernando. También tenía una amistad muy cercana y especial con el ángel de la guarda, a quien solía invocarlo cuando Jesús se alejaba de ella por unos días: “Ángel de mi guarda, vuela y dile a mi Dios que por qué se tarda”.

Rosa de Lima, Rosa del mundo, testimonio vivo de santidad para todos los tiempos.