Quedan muy pocos días para la visita del Papa Francisco al Perú, antes estará en Chile. San Juan Pablo II y Benedicto XVI no tenían una mirada de conjunto de América Latina, el Papa Francisco sí la tiene. Ha seguido muy atentamente los diversos aniversarios alrededor de las conmemoraciones del Bicentenario de la independencia de la América hispana y portuguesa y comparte las propuestas de dos prestigiosos pensadores uruguayos: Alberto Methol Ferré (1929-2009) y Guzmán Carriquiry, actual Secretario encargado de la Vice Presidencia de la Comisión Pontificia para América Latina.
La visión del Papa Francisco sobre América Latina no es chauvinista. Conjuga la idea de la patria chica y la de la patria grande, en diálogo con la entera comunidad internacional: identidad histórica y cultural y apertura a lo universal, nunca mero mimetismo. Lo dijo con mucha claridad en el viaje de vuelta de Manila (2015) a los periodistas: “Cuando los imperios colonizadores imponen sus condiciones, pretenden que los pueblos pierdan su identidad y que se cree uniformidad. Ésa es la globalización de la esfera: todos los puntos son equidistantes del centro. Pero la verdadera globalización –me gusta decir esto– no es la esfera. Es importante globalizar, pero no como la esfera, sino como el poliedro, es decir, que cada pueblo, cada parte, conserve su identidad, su ser, sin ser colonizado ideológicamente. A esto llamo “colonizaciones ideológicas”.
Ya en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco expuso que la realidad es más que la idea y, ciertamente, cuando la ideología -en cualquiera de sus expresiones, ya sea de género o cargada de mesianismo político- toma el poder pretende imponer sus abstracciones (sueños de la razón) de espaldas a la historia, al pueblo, a las tradiciones y creencias religiosas. El Papa Francisco es, en este sentido, un sesudo crítico de estas deformaciones ideológicas, de salón y de caviar. No es casualidad, por eso, que haya prologado tres libros escritos por Guzmán Carriquiry sobre América Latina, defendiendo las raíces culturales de nuestra sociedad y la apuesta por una América unida.
El pensamiento del Papa Francisco no es de libro. Ha mantenido una mirada cercana con la realidad argentina, primero; con la latinoamericana, después y; ahora, con la mirada de un líder universal. La actitud que muestra para escuchar, dialogar y tender puentes manifiesta su vocación de acercarse a la verdad allí donde esté. Se entiende, por eso, que por talante rechace el “pensamiento único”, tantas veces intolerante y agresivo. Es lo que ha llamado, también, progresismo adolescente: “una suerte de entusiasmo por el progreso que se agota en las mediaciones, abortando la posibilidad de un progreso sensato y fundante relacionado con las raíces de los pueblos. Este «progresismo adolescente» –sigue diciendo el entonces cardenal Bergoglio en el prólogo al libro “Apuesta por América Latina”- configura el colonialismo cultural de los imperios y tiene relación con una concepción de la laicidad del Estado que más bien es laicismo militante, cuyas propuestas “constituyen insidias antipopulares, antinacionales, antilatinoamericanas, aunque se disfracen a veces con máscaras progresistas”.
Francisco viene a estar con sus hijos peruanos y lo acompañaremos con nuestra presencia y la de nuestras devociones cristianas: el Señor de los Milagros, la Virgen de las Mercedes de Paita, el Señor del Cautivo de Ayabaca, la Cruz de Motupe… La convulsa foto política que el Papa Francisco encontrará del Perú no es la realidad honda de nuestro país. La inmensa mayoría del pueblo peruano “ama, se sacrifica, reza y mantiene viva la esperanza” de levantarse una y otra vez de esas “caídas hondas de los Cristo del alma”. La crisis pasa, la fe queda: ¡bienvenido al Perú, Santo Padre!
Francisco Bobadilla Rodríguez
Director de Desarrollo Institucional
Lima, 7 de enero de 2018