Por: Pbro. Dr. Carlos Rosell De Almeida (Rector Universidad Católica San José)
La palabra más misteriosa
Queridos hermanos y hermanas, las tres primeras palabras de Jesús se dirigen
directamente a nosotros. En la primera palabra, “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”, Jesús nos da el regalo del perdón; en la segunda palabra, “hoy estarás conmigo en el paraíso”, Jesús da el regalo del cielo al buen ladrón, en la tercera palabra, “he ahí a tu madre”. Jesús nos da el regalo de primera clase, María Santísima. Y ahora vamos a meditar en la cuarta palabra.
El Evangelio relata que el Señor en la Cruz dijo: Elí, Elí, lama sabactaní. Que quiere decir “Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado”. Los judíos pensaban que estaba llamando a Elías. No es así. Entonces ¿qué significa esta cuarta palabra? Es la palabra más misteriosa, es la palabra más desconcertante, es la palabra más desgarradora que salió del corazón de Cristo crucificado.
Podríamos preguntarnos: ¿Acaso el Padre ha abandonado a su Hijo amado? De ninguna manera, porque entre el Padre y el Hijo hay una comunión eterna de amor. Jesús es el Hijo amado del Padre (cf. Mt 3,16-17). Jesús es el Hijo en quien el Padre tiene sus complacencias. Jesús es el Hijo que siempre es escuchado por su Padre (cf. Jn 11,40-41). El Padre está en el Hijo, el Hijo está en el Padre, unidos por el Amor infinito del Espíritu Santo. Toda la vida de Jesús está marcada por su relación con el Padre. Desde Belén hasta el Calvario, Jesús vive en comunión con el Padre.
Jesús ora
Si Jesús no es abandonado por el Padre ¿cómo entender esta cuarta palabra? Jesús está orando con un salmo. Es el salmo 22 de la numeración hebrea. Aquí tenemos una primera lección. Jesús ora en la cruz, y de esa manera convierte la Cruz es un ámbito de oración. De esta manera, la Cruz se vuelve una cátedra de oración.
Jesús usa un Salmo para orar, para dirigirse a su Padre. Aprendamos de Jesús a orar siempre. Toda la vida de Jesús está marcada por la oración. Jesús vive
constantemente dialogando con su Padre. Los evangelios dicen que el Señor se retiraba a orar (cf. Mc 1,35; Lc 5,16).
La respuesta ante el dolor es la oración. Decía Benedicto XVI: “Cuando nadie me escucha Dios siempre me escucha, cuando no puedo hablar con alguien con Dios siempre puedo hablar”. Por ello, seamos personas de oración. Siempre debe haber tiempo para la oración. San Juan Pablo II decía que quien afirma no tener tiempo para la oración, miente no es que le falte tiempo lo que le falta es amor…. y añadía, el tiempo dedicado a la oración no se pierde porque no se pierde el incienso que se ofrece a Dios.
La oración del justo que sufre
Jesús ora con un Salmo. Y si nos fijamos en la Biblia es el Salmo del justo perseguido. Es el salmo del inocente que se ve acosado por las injusticias, es el Salmo de aquel que sufre las injusticias y no encuentra apoyo humano. Jesús es el justo que muere por nosotros los injustos (cf. 1 P 3,18), Jesús es el Cordero que se hace pecado por nosotros, como dirá San Pablo (cf. 2 Co 5,21). Jesús es el inocente que carga con las culpas de nosotros pecadores. Es por eso que recita el Salmo 22, porque está expresando la tremenda injusticia que sufre.
Jesús es el justo que se solidariza con todas las injusticias de todos los tiempos de la historia humana. (1) En esta cuarta palabra, está el grito del concebido no nacido a quien se le ha quitado la vida. Proclamemos siempre la cultura de la vida que es sagrada. (2) En esta cuarta palabra está el grito de los niños maltratados, vejados y explotados. Cuidemos a los niños para que nadie dañe su inocencia. (3) En esta cuarta palabra, está el grito de los jóvenes quienes a pesar de sus capacidades no tienen oportunidades de estudio o trabajo. Acompañemos a los jóvenes para que tengan un verdadero futuro. (4) En esta cuarta palabra, está el grito de la mujermaltratada, abandonada, o convertida en objeto. Defendamos siempre la dignidad de toda mujer. (5) En esta cuarta palabra está el grito del trabajador explotado que recibe un sueldo de hambre. No permitamos que se explote al trabajador. (6) En esta cuarta
palabra, está el grito del enfermo y del anciano que no encuentra cariño ni atención. Cuidemos siempre a nuestros enfermos y ancianos porque en ellos hay una presencia especial de Cristo. No permitamos, nos dice el papa Francisco, que haya quienes sean considerados material descartable.
¿Qué hacer?
De dónde vienen todas esas injusticias. De nuestro propio corazón. Una sociedad más justa se forja en el corazón del hombre. De nuestra propia conversión vienen cambios para bien de los demás. Cada injusticia es un pecado. San Pablo llama al pecado “injusticia”. Cada pecado me aleja de Dios, Dios no me abandona, somos nosotros los que abandonamos a Dios, y al abandonar a Dios forjamos un ambiente injusto donde no se respeta al otro.
San Agustín decía que nadie está tan lejos de Dios como el pecador, pero nadie está tan cerca del pecador como Dios. Al meditar en esta cuarta palabra de Jesús saquemos el propósito de no abandonar al Señor, de acercarnos más a Él. Cristo, el justo, aquel que cargó con las injusticias, nos hace justos, nos convierte en instrumentos de justicia en el ambiente donde estamos. Acercarnos a Cristo, el justo, es el camino para hacer un mundo mejor.
Así como el Padre no abandonó a su Hijo, María tampoco. Ella estuvo al pie de la Cruz. La Virgen nos enseña a no abandonar al Señor. Que María Santísima nos conceda a todos nosotros, la gracia de su Hijo de ser justos, tomando conciencia que la justicia empieza por nuestra relación correcta con Dios.