Por: Marco Jiménez Alfaro, alumno del Programa Académico de Filosofía
Cuando se afirma la importancia de algo, lo que se hace es destacar su valor, interés, conveniencia o beneficio. Y algo puede ser importante por su contexto, su demanda, autoridad o utilidad. ¿Será la filosofía importante en este preciso sentido? No absolutamente, sólo en parte.
La filosofía está por encima de cualquier utilidad o uso en sentido pragmático. Es propio de lo útil hacer de medio, cambiar, caducar y desecharse; siendo así que la filosofía se encuentra en el orden de los fines. Luego, si entendemos la importancia de la filosofía en virtud de este particular sentido, entonces ella es importante. Es decir, que forma parte de los fines del hombre en cuanto hombre y no en cuanto medio para alcanzar otra cosa distinta al fin esencialmente humano.
La importancia de la filosofía en el mundo contemporáneo no ha cambiado con respecto a épocas anteriores. Lo que ha mudado es su manera de enfocar algunos viejos problemas y su preocupación por los nuevos, productos de cada circunstancia histórica como, por ejemplo, la tecnología, la paz mundial, la política, la ética o la ecología humana y, en general, el desarrollo de las ciencias.
La filosofía no puede dejar de ser importante mientras esté vigente el uso de la razón, mientras –desde esta misma– no se hallen respuestas más rotundas y concluyentes a los grandes enigmas de la experiencia integral del hombre: la vida, la muerte, el sufrimiento, el bien, el mal, el amor, la amistad, la verdad, la falsedad, la guerra, la paz, la libertad, el determinismo. Muchas de estas situaciones son un límite al deseo naturalmente humano de realización, voluntad de sentido y de felicidad.
La filosofía jamás podrá claudicar a una serie de demandas planteadas únicamente a ella. No hay otra disciplina humana que se pueda ocupar de sus problemas desde el punto de vista de la mera razón. ¿Y por qué este punto de vista es fundamental? Porque es lo único universal en el hombre y el medio distintivo para dialogar humana y científicamente, discrepar o responder a sus propios problemas alejada de alguna cantera circunstancial o ideológica.
Siendo su reflexión histórica, la filosofía supera, sin embargo, su contexto en la medida que su respuesta pretende ser válida para todo hombre en cuanto tal. Pero, es tarea de quienes acuden a ella repensar y valorar, desde sus propias preguntas y preocupaciones, la filosofía más consistente y sensata en sus respuestas dentro del universo y pluralidad en que se expresa, o bien, calla.
Por esta razón, diría además que la filosofía, en las demandas humanas de hoy, aspira a ser una interlocutora interdisciplinaria y cordial: de las ciencias naturales y sociales, de la teología y de las expresiones metaempíricas de la espiritualidad de los pueblos, como recientemente se viene mostrando.
En suma, la importancia de la filosofía se encuentra movida por una renovada necesidad de responder y orientar tanto el presente como el destino humano de las naciones -basta recordar la proclamación del Día Mundial de la Filosofía por la Unesco- frente a los siguientes -entre otros- problemas:
- El futuro como posibilidad constante de vivir mejor como personas hechas para este mundo.
- La reflexión sobre el quehacer político como situación particular de conseguir fines comunes como sociedad justa.
- La actitud crítica en la búsqueda de la verdad frente a los proyectos ideológicos y algunos religiosos con propuestas tan divergentes de la vida humana al extremo de deshumanizarla.
- La ética como orientación de lo que es bueno y correcto en la acción humana, superando o armonizando los condicionamientos culturales, renovando la rectitud en contextos prácticos de corrupción y maltrato a la dignidad de lo humano.
- La paz mundial como deseo justo de la humanidad frente al pasado y al retoño de guerras cruentas, multiplicativas e interminables.
- Los valores que se reclaman y entran en conflicto o crisis prácticas en cada circunstancia cultural e histórica de la humanidad.
- La tecnología, en un contexto globalizado, como riesgo latente de un uso inadecuado a los fines e intimidad humanos, y como artificio que distancia al hombre de su vínculo con el hábitat.
- La ecología como medio de solidarizarnos con su perpetuidad, sabiendo que este mundo está destinado también a nosotros. Y que la idea de habitar otros mundos no debe prescindir del cuidado esencial de éste.
- Dios como experiencia fundamental y aspiración recurrente en la vida y destino de los pueblos.
- La cultura como condicionamiento estructural e histórico a la libertad humana.
- El poder desvirtuado, como tentación constante de autoridades políticas, económicas y culturales.
- La verdad del conocimiento en la llamada sociedad de la información y del conocimiento, que todo relativiza y anuncia la caducidad de todos los saberes y proyectos ensalzando la incertidumbre irracional.
- Y otros problemas particularmente íntimos y cotidianos en todo hombre: la muerte, la vejez, la enfermedad, el tiempo y las fronteras de la calidad de vida, el amor, el odio, la traición, la vocación, el perdón, el obrar, la familia, entre otros, que exigen la particular voz edificante de la filosofía.
De este modo, pues, la vicaria del logos, la filosofía, desarrolla su cuádruple función esclarecedora, sistemática, crítica y edificante a la cual nunca ha renunciado, y que valora toda ciencia madura, al mismo tiempo que se la reconoce, a decir de Vattimo -recordando a Fichte-, como funzionaria dell’ humanitá.